Miré en todos sentidos, pero ese olor a menta me inundaba de tal forma, que mis sentidos estaban algo anonadados, inmersos en una bofetada de aromas. Maldita vegetación. Pensé en avanzar, en volver de donde venía, continuar hacia... allá. ( ... ) ¿amnesia? de repente un dolor como de mil puñetazos se alojó en mi abdomen, no podía entender qué hacía aquí, donde sea que sea aquí. ¿desesperación? sí, una creciente angustia, pensé mil veces en pensar, pero algo me bloqueaba. Maldito mi ahora inútil cerebro. Necesitaba ayuda, urgente, ¡urgente! Grité. Volví a gritar. Lloré miestras gritaba con la estúpida esperanza de que el viento se compadeciera de mí, y llevara mis lamentos hacia alguien que pudiera hacer algo, o por lo menos escuchar. Hubiera seguido gritando si mi pecho no me rogara que parara. Mis oídos. Mis temblorosas manos. Mi asustado e inservible cerebro. ¿Respirar? Difícil, muy difícil. Me senté, mas bien me desplome, y comencé por fín a razonar. Debía estar explorando, qizás buscando algo, pude haber perdido a mi grupo, conociéndome no me aventuraría en la selva sin tener la certeza de que cerca está alguien que sabe más que yo de supervivencia. De nuevo el dolor de abdomen. No podía recordar nada, solo sentía sombras circular por mi mente, cosas extrañas, fantasías, sueños, ideas... Por ninguna parte algún recuerdo, cualquier cosa que me ayude en esta maldita situación. ¡Al diablo con mis libros, con mis investigaciones, con todo a lo que dediqué toda mi vida! ¡Dónde mierda estoy!
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